La victoria como rutina

Wladimir Klitschko vs Alexander Povetkin

En otros mentideros deportivos se habla con frecuencia sobre finales de ciclo, crisis, bajo rendimiento de los deportistas… y el boxeo no es ajeno a estos padecimientos tan humanos. Lo extraño es ver cómo a determinados individuos parece no llegarles nunca el declive. Tal es el caso de dos de los mejores boxeadores del mundo, los campeones Wladimir Klitschko y Floyd Mayweather.

A sus 37 años, el ucraniano es el monarca absoluto de la categoría reina, como siempre lo ha sido el peso pesado. Con permiso de su hermano Vitali, Wladimir domina con aplastante superioridad toda la división, no existiendo contendiente que logre siquiera poner en jaque al campeón. Uno tras otro van pasando los candidatos y la mayoría de ellos son despachados con prontitud.

Muchos piensan que a este monopolio ayuda la escasez de talentos que existe actualmente, algo cierto, pero sería injusto obviar la calidad del ‘Dr Steelhammer’ que desde su atalaya de casi dos metros, colaboró en dar un vuelco histórico a la tradicionalmente afroamericana división pesada. En rueda de prensa los retadores ilusionan pero sobre el cuadrilátero, todos lucen mal. Por algo será.

Mayweather se mueve en otro ambiente. Es el mejor entre los mejores. Domina en una categoría con gran actividad y muchos competidores, si bien es cierto que se le acusa de elegir a sus rivales a dedo, no lo es menos que nadie se atreve a mencionar a ningún boxeador por encima de él. A algunos les aburre tanta facilidad para ganar. Ahora, ni Manny Pacquiao resiste la comparativa. El tiempo ha sido juez entre ambos.

Floyd luce en perfecto estado a sus 36 primaveras, tras una inactividad de un año con breve estancia carcelaria incluida. Nada altera su profesionalidad y buen hacer, despejando todas las dudas que pudieran existir sobre su físico. Ha nacido para esto. Su clase, nº1 en defensa y movilidad, contrasta con el estilo más robótico de Wladimir, quien basa su gran éxito en una tremenda pegada. Lo que le sobra a uno, le falta al otro.

Ganar es su pan de cada día. Entrarán en el Salón de la Fama del Boxeo a ocupar un merecido lugar entre los mejores, y lo harán con placidez y gracias al peso de su radiante curriculum. Otros accedieron tirando la puerta abajo, causando mayor agitación entre la afición, protagonizando batallas inolvidables, luchando contra muchos y mejores. Quizás esa sea la única pega por la que sus nombres no estén en la primera página de la historia boxística.

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